lunes, 27 de julio de 2009

Y Después ke?

Hola, mes amis (lengua natal de los templarios). Motivado por la excelente mística tratada en nuestra última reunión, comparto con ustedes un original mío, eso sí, inspirado en el el episodio de conversión de San Francisco Javier por San Ignacio de Loyola.
Va:
Y Después... qué?
Cuando Ignacio iba caminando por Callao a tomarse el colectivo, se lo encontró a su amigo de toda la vida, Francisco, en la entrada del cabaret.
Después de saludarlo, le preguntó:
- ¿Qué pensás hacer?
- Pasarla bien – le respondió Francisco, molesto por la pregunta tan obvia
- ¿Y después? - le volvió a preguntar Ignacio.
- Después qué... no se, me iré a dormir todo el día supongo...
-¿Y después?
- Nada, voy a hacer lo que hago todos los días, iré a laburar o estudiar, comeré algo y saldré con los muchachos de joda...
- ¿Y después?
- ¿Me estás cargando, no? ... No sé... Supongo que, buscaré una minita, me pondré de novio, me recibiré.
- ¿Y después? - Insistió Ignacio
- “Y después, y después” – se mofó Francisco bastante irritado – Después, me iré a vivir con mi novia, haré guita, en el mejor de los casos me casaré, y vendrán los pibes...
- ¿Y después?
- Me estás haciendo calentar, loco!. No sé! Que se yo! Tendré nietos, me jubilaré.
- ¿Y después? – siguió preguntando calmadamente Ignacio
- ME MORIRÉ SUPONGO!!!! A eso querías llegar?! – gritó Francisco ofuscadísimo.
- ¿Y después, amigo?
Francisco se quedó callado, se le hizo un nudo en la garganta, no supo que responder. El diálogo con su amigo le hizo ver pasar el resumen de una vida, los 80 o 90 años vividos, para después terminar quién sabe cómo...
Sin pensar en un después de todo eso, de todos los excesos, de todos los vicios, todos los egoísmos, de toda una vida vivida para sí mismo.
Después de una vida plana, sin sentido, sin preocuparse por la integridad de su ser, olvidándose de que era un todo, que no sólo estaba el cuerpo material sino que tenía un espíritu, tan real como todo lo material, que tan ocupado lo tenia en conseguir más y más cada día. Desatendiendo su esencia, más satisfactoria y culminante que todo ese placer efímero y adictivo que lo empujaba al descontrol porque duraba cada vez menos.
Después la nada absoluta, la ausencia absoluta de todo, pero con la plenitud de conciencia, con todos los velos de este mundo corridos. Porque después el cuerpo ya no está, sólo queda ese espíritu famélico, omitido por tanto tiempo; es cómo se sigue siendo después.
Después el darse cuenta eternamente de toda la felicidad y la alegría que podría haber vivido por siempre y para siempre, a la que, después de todo, él mismo se negó a vivir durante toda su vida.


Espero comentarios.
Xaludos.

1 comentario:

  1. Muchas veces es irónica nuestra actitud: sabemos que Dios es amor, es perfecto y tiene un plan de felicidad eterna para cada uno de nosotros, pero al recibir el regalo de la libertad y "poder hacer lo que queremos", nos olvidamos de Dios y pensamos que podemos armar un mejor plan.

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